sábado, 23 de febrero de 2013

El canto de Tobías ( y final )

     Intentaban escapar nuestros amigos del acecho del hada Melodía, pero por más que se esforzaban, cada vez estaba más cerca de ellos, la sentían justo detrás de sus pasos.
- ¡Devolvedme mis cantos!, ¡Quiero mis melodías! - gritaba el hada.

    El valiente conejito Suki corría y corría sorteando arbustos y malezas pero la nieve enfriaba sus patitas y apenas las podía controlar.
- ¡Corre, Suki, corre! Si llegamos hasta aquella ladera, ya no podrá perseguirnos - alentaba el búho Manuel a su amigo para alejarse de allí cuanto antes. El periquito Tobías batía y batía también sus alitas para animar a su amigo.
Cuando ya parecía que lo iban a conseguir, se dieron cuenta, paralizados por el miedo, que habían llegado al borde de un rocoso acantilado y la escapatoria era ya imposible; sin duda el hada Melodía los alcanzaría en breve ...

    Una sombra planeó sobre ellos; era como si el día se hubiera tornado en noche. Los tres aventureros miraron hacia el cielo temerosos de lo que pudieran descubrir y, de repente, lo vieron, majestuoso, con sus alas desplegadas. Un enorme águila estaba planeando sobre ellos.
- ¡Mirad - dijo Manuel - es el águila del bosque, al que liberamos de la trampa de ramas!

  El águila, sin dudar un instante, se aproximó volando hacia ellos, les agarró firmemente y alzó de nuevo su vuelo hacia las nubes.
Ante los ojos atónitos del hada Melodía, ya volaban nuestros amigos hacia su destino, a su querido bosque, hacia su hogar.

   Aquella mañana, como cada día, Tobías se levantó temprano, salió de su casita contento, se lavó sus plumitas en un riachuelo cercano, voló hacia lo alto de su arbolito preferido y cuando se disponía a comenzar su recital se dio cuenta, feliz, que las más lindas notas salían de su piquito y junto a Suki, Manuel y todos los animalitos del bosque pudo entonar, de nuevo, las más bellas melodías.


                                                     FIN

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