Érase una vez un mendigo que deambulaba por las calles de la gran ciudad. Era un hombre de buen trato y gran compostura. Muchos se preguntaban cómo había llegado a ser tan pobre. Tenía unos ojillos minúsculos, como dos lentejitas en mitad de la curtida y arrugada cara. También tenía una larga barba cana y un mentón asombrosamente grande. Sus ropas estaban viejas y raídas.
Mostrando entradas con la etiqueta El cofre del relato. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta El cofre del relato. Mostrar todas las entradas
lunes, 6 de enero de 2014
sábado, 28 de diciembre de 2013
El regalo del rey
Había una vez un rey sabio y anciano que vivía en los extensos territorios de Samelín, un mundo mágico donde no existía la palabra “imposible”. El rey tenía un castillo donde vivía con sus tres hijos. Dominaba un vasto valle donde trabajaban plebeyos. Éstos, a cambio de protección, ofrecían parte de sus recursos al amo del castillo. Aquel rey era en verdad generoso y condescendiente con el pueblo. Nunca había pedido más de lo debido y regía con cordura y sensatez. La sombra de la muerte acechó al monarca como nunca lo había hecho: una temible enfermedad lo hizo encamar. En aquella amarga situación, aquejado por dolores y por una fuerte tos, se puso a pensar a quién de sus hijos legaría el reinado de Samelín. Y aunque le correspondía al mayor de ellos, su padre consideró más inteligente someterlos a una prueba para averiguar cuál era el más adecuado.
sábado, 21 de diciembre de 2013
La bicicleta roja de José
José tenía una bicicleta roja y brillante, el más preciado de sus tesoros. De hecho era lo único que tenía en su vida. José no tenía casa. Tampoco familia. Iba de un lado a otro con su bicicleta y una cestita donde llevaba sus escasas pertenencias: apenas un peine, una armónica y una foto de un bonito paisaje de montaña. José vivía de las generosas dádivas que mendigaba. “Una limosnita, por favor. Para poder comer algo caliente.” Allá en algunas fondas del camino le atendían con cariño y le servían gratificantes platos recién cocinados al calor de un lar. Pero toda moneda tiene su cruz, y algunas veces no le dejaban entrar. Sólo con un pellizco de suerte algún caminante se apiadaba de él y le ofrecía una bienvenida limosna.
domingo, 1 de diciembre de 2013
El Ático (Parte 25)
El alcalde del
pueblo, Ramón Lobato, era una persona campechana, afable y atenta, muy alejado
en cuanto al carácter del histrionismo y de los aspavientos de Félix, el
teniente de alcalde. No dudó un minuto en recibirme cuando me presenté en el
Ayuntamiento a primera hora de la mañana después de una noche de mal descanso y
a pesar de lo apretado de su agenda.
domingo, 20 de octubre de 2013
El Ático (Parte 24)
Jaime frenó tan
bruscamente a la salida de una curva en plena carretera comarcal que provocó
que don Joaquín, que en ese momento iba leyendo unos Salmos, casi topara contra
el parabrisas a pesar de llevar el cinturón puesto. Las gafas le salieron
disparadas y cayeron al suelo.
- Hijo por favor, qué susto - dijo con su habitual tono
bonachón y comprensivo -. ¿Qué ocurre? - Miró al frente pero sin las gafas lo
único que veía eran siluetas borrosas en medio de la carretera.
- ¿No lo ve, tío? - Dijo Jaime sin percatarse de que su tío
se inclinaba hacia delante y entornaba los ojos para intentar enfocar un poco
mejor -. Es la Guardia Civil. Hay un coche ahí en el arcén abandonado.
domingo, 13 de octubre de 2013
El Ático (Parte 23)
En la actualidad.
- Me alegro de que haya
llegado tan puntual, señor Andrés – dijo el doctor Gancedo -. Hoy necesitaba
explicarle algo con mayor detenimiento.
Juan se removió un poco inquieto en el
confortable butacón de cuero mullido que el psiquiatra tenía dispuesto para sus
pacientes justo frente al escritorio de caoba y desde el cual escrutaba con sus
finas gafas.
- ¿De qué se trata
doctor? Si es algo relacionado con un nuevo aumento de la dosis de medicación…
- No, no es eso. Se trata
de los últimos análisis que le hemos practicado.
domingo, 6 de octubre de 2013
El Ático (Parte 22)
Tras
la despedida de Cristina, poco antes del anochecer, me dirigí a casa de nuevo
para echar un último vistazo. Tenía decidido volver a Soria mañana lunes y no
pensaba cambiar de opinión pero en aquel momento aún planeaba mi vuelta por la
tarde después de comer y permanecer un rato por la mañana en la hemeroteca del
ayuntamiento. Noté que se había levantado algo más de fresco y mientras me
acercaba a la verja sentí un escalofrío que no asocié a nada extraño o
sobrenatural; simplemente era que la temperatura había bajado bastante y aún vestía
de manga corta. Estuve tentado de volver al hostal para coger alguna prenda de
abrigo pero al final desistí dado que estaba ya pisando la hojarasca del
jardín. Un poco de frío me mantendría alerta.
domingo, 29 de septiembre de 2013
Aviso a los lectores de El Ático
domingo, 4 de agosto de 2013
El Ático (Parte 21)
Ayer sábado 8
de septiembre, en otro lugar.
El hombre del maletín gris intentó poner en marcha su vehículo nuevamente, sin éxito. Maldijo su suerte y principalmente su falta de previsión. Hacía unos pocos días que le habían comentado en el taller donde hizo la revisión de los cien mil kilómetros que debía cambiar la correa del alternador pero no hizo caso porque necesitaba disponer del coche a toda costa por motivos de trabajo y ahora se lamentaba de no haber esperado un día más a que se solucionara el tema. La investigación que le habían encargado en el CSIC le tenía por completo ensimismado y no pensaba en otra cosa, incluso mientras intentaba descansar acostado por la noche.
Cogió su teléfono móvil y marcó
automáticamente el número del hostal donde pensaba estar alojado.
- Buenos días
– contestó a su interlocutora al otro lado de la línea -. ¿Señora Celia? Sí,
buenos días. Mire, tenía reserva para esta noche en su hostal pero me temo que
no podré acudir... No, no se preocupe. Es que me ha surgido un contratiempo. En
otra ocasión será. Adiós y gracias.
domingo, 21 de julio de 2013
El Ático (Parte 20)
Sentados en
los taburetes de la cocina del bar, Pablo el camarero continuó explicando la
historia del pequeño Lucas. El hombre volvió a ofrecernos amablemente algo para
tomar y en esta ocasión sí se lo aceptamos. Tanto Cristina como yo pedimos una
cocacola.
- Como os iba diciendo… - dijo mientras abría dos
botellas de cocacola de envasado antiguo mientras él se servía un botellín de
cerveza - … Lucas era un niño del pueblo pero no vivía aquí permanentemente.
Sus padres residían en Bilbao por el trabajo del padre, que era ingeniero
naval. Los abuelos maternos de Lucas, María y Ladislao, creo que sí eran
naturales del pueblo o al menos sí que residían permanentemente en él. El niño
pasaba el verano en casa de sus abuelos como tantos otros niños de la época.
domingo, 14 de julio de 2013
El Ático (Parte 19)
La doctora Susana Fernández terminó de
examinar a la pequeña durante la mañana y contactó con los servicios sociales
del Hospital a continuación. Se puso al habla con la principal responsable del
servicio.
- ¿Lola del
Río por favor?
- Sí, soy yo -
respondió la voz al otro lado del teléfono.
- Hola, buenos
días. Soy Susana Fernández, de Neonatología.
- Ah, hola.
¿Cómo estás? – La voz era la de una joven vital y dinámica, algo imprescindible
en un entorno con tantos problemas y desgracias. Imprimía un tono de optimismo
-. Supongo que me llamas por lo de la niña abandonada.
- Exacto.
¿Tenéis alguna noticia nueva?
domingo, 7 de julio de 2013
El Ático (Parte 18)
- Me he acordado ahora – respondí con un leve tono de
disculpa -. La verdad es que he guardado esta nota desde que me la entregó el
representante de la Notaría pero prácticamente me había olvidado de ella hasta
que me has preguntado durante la comida si había alguna condición en el
testamento que debería cumplir para formalizar la herencia.
- Es lo que pasa en las películas ¿no? – Continuó Cris
tendiéndome la nota para que la guardara. – El chico hereda si cumple alguna
condición, que en muchas ocasiones es la causa que mueve la trama. Ya me ha
vuelto a salir la vena Sergio.
- La causa que mueve la trama… - repetí solemnemente -
… y la causa de su perdición.
domingo, 30 de junio de 2013
El Ático (Parte 17)
Mientras
marcaba en la agenda automática del móvil el teléfono de mi madre, Cristina
sacó de su bolso el suyo y se levantó del tresillo, saliendo al exterior del
Hostal. Después de varios tonos de llamada, me contestó con su habitual tono
jovial.
- Juan, ¿cómo estás? ¿Qué tal va todo?
- Bien, todo va bien – respondí, pero en seguida fui al
grano -. Mamá, ¿es cierto que yo nací en el pueblo, en casa de los abuelos?
Hubo un
momento de silencio y después me hizo la pregunta que esperaba:
domingo, 23 de junio de 2013
El Ático (Parte 16)
La revelación del Padre Joaquín me había causado una
gran impresión. Era la primera noticia que tenía de que mi nacimiento se había
producido en el pueblo y más concretamente en casa de mis abuelos maternos. Mi
primer impulso fue llamar a mi madre para que me lo aclarara en el momento e
incluso hice ademán de sacar del bolsillo el teléfono móvil para hacerlo pero
Cristina vio la jugada y me retuvo la mano. Sin duda, no era el momento
apropiado.
- ¿Acaso no lo sabías? - Continuó diciendo el párroco
-. Espero no haber metido la pata...
- No Padre, no se preocupe - añadí tras un momento de
incertidumbre -. No tiene mayor importancia, es simplemente que no es lo que
siempre había creído. E ignoro por qué se me ocultó la verdad.
domingo, 16 de junio de 2013
El Ático (Parte 15)
Pocos
feligreses se encontraban en la Iglesia cuando llegamos, acorde con la escasa
cantidad de gente que había en el pueblo en estos días a pesar de no haber
acabado el verano. Acababan de tañir de nuevo las campanas anunciando que era
inminente que empezara la Misa y nada más llegar pude reconocer a algunas
personas de las que había visto o conocido en esta mi corta y primera (aunque
intensa) estancia oficial. Apenas veinte personas incluyendo al párroco, a un
joven monaguillo, a Cristina y a mí nos reunimos en el interior del templo.
Cris y yo nos quedamos bastante atrás mientras que en las primeras filas pude
distinguir a Celia, al señor Pepe, Félix (el teniente de alcalde) y un pequeño grupo de tres o cuatro ancianas vestidas
de negro y de gris oscuro. El resto lo ocupaban varios lugareños que me sonaba
haber visto de pasada o en el bar, más mujeres que hombres, y algunos
desconocidos. No pude ver entre los congregados al misterioso Ángel ni a varios
de los jugadores de cartas de ayer. Tampoco el dueño del bar parecía ser muy
devoto, aunque era factible que no hubiera podido acudir por no poder desatender
sus obligaciones.
domingo, 9 de junio de 2013
El Ático (Parte 14)
Otra historia del
manuscrito del abuelo Luis:
Sola en sus aposentos, la doncella se
alisaba el pelo suavemente. A través de la ventana podía contemplar la noche
serena y la luna llena en el cielo estrellado, que iluminaba la estancia sin
necesidad de velas. En su recuerdo, las andanzas que su amado le había narrado
aquella misma noche mientras la cortejaba en el jardín de la noble casa de sus
poderosos padres y la felicidad que le invadió cuando aquel le había propuesto
matrimonio. Su extremadamente pálida tez se reflejaba en el espejo dándole una
apariencia lechosa, como un cristal sobre la nieve. Miraba fijamente a los ojos
de color azul celeste que su reflejo le devolvía mientras deslizaba lentamente
el cepillo hacia abajo, recorriendo toda su larga y sedosa cabellera blanca
como la sábana de su lecho. Cuando terminó, tiró del cordel de la campanilla
que llamaba a la servidumbre. Al poco tiempo, una joven lozana y con gesto
amable se presentó en la estancia.
domingo, 2 de junio de 2013
El Ático (Parte 13)
Hicimos una
breve pausa junto al pozo una vez traspasamos la verja del jardín. Cristina no
quería perderse detalle alguno. La extraña sustancia que se me había quedado
pegada a la mano cuando me apoyé en el brocal aún seguía ahí. Le conté lo que
había ocurrido y mostró un vivo interés, acercándose al máximo al pozo hasta
percibir su aroma dulzón y acre.
- Sobre todo no la toques – le advertí -. Yo aún no he
podido librarme de la sensación de haber apoyado la mano sobre ella, a pesar de
las incontables veces que me he lavado la mano.
lunes, 27 de mayo de 2013
El Ático (Parte 12)
Domingo 9 de septiembre de 2012 (por la
noche).
Una noche más en la soledad de la habitación
del hostal escribo mi diario narrando los hechos sucedidos durante el día en
este domingo 9 de septiembre. Aunque procuro ser objetivo, confieso que mis
vivencias son tan extrañas que cuento mi vida como si me fuera ajena, como si
le estuviera ocurriendo a otra persona. Los hechos increíbles que me están
sucediendo me están afectando a la razón y creo que empiezo a no saber
distinguir lo que es real y lo que no lo es. He tomado la decisión de volver
mañana a casa de mis padres. No me quedo en el pueblo ni un día más y no sé si
volveré. Probablemente sí, pero cuando haya analizado todo lo que ha ocurrido
en estos tres días tan intensos y tras los cuales me llevo como único equipaje
extra el libro manuscrito de mi abuelo y un extraño artefacto que encontré en
el baúl del ático. Tengo que entender muchas cosas y necesito ayuda.
domingo, 19 de mayo de 2013
El Ático (Parte 11)
- Y bien, ¿cómo estamos hoy?
El
doctor Gancedo miró fijamente a su paciente a través de sus finas gafas con
montura al aire. Tenía la historia clínica delante, tradicional, sin elementos
informáticos. Prefería el contacto directo y sin sofisticaciones. Procuró no
juguetear con el bolígrafo, un vicio que tenía desde los tiempos del Instituto.
- Mejor. La nueva medicación es más efectiva.
Se
hizo una breve pausa, nada incómoda. El especialista rompió nuevamente el
silencio.
domingo, 12 de mayo de 2013
El Ático (Parte 10)
Cuando salí del bar no era demasiado tarde pero como mi
excusa había sido tener que trabajar con el ordenador volví directamente al
hostal para descansar un rato antes de la cena. Nada más entrar me topé con
Celia en Recepción; estaba hablando por teléfono y me dedicó una sonrisa y un
gesto de bienvenida. Se lo devolví sin decir una palabra y subí a mi
habitación, donde me tumbé directamente en la cama. Cerré los ojos y pensé en
los extraños acontecimientos del día y la gente que había conocido. Esbocé un
plan para el día siguiente: volvería a casa y volvería a subir al ático. Quería
inspeccionar el baúl y recuperar el libro de mi abuelo. Sin embargo, aún iba a
ocurrir algo más; las sorpresas del día no habían acabado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)