-¡Oh, pero si es un pajarito! – exclamó Manuel, el búho
sabio – pasa, pasa, pequeño y siéntate junto al fuego.
Tobías
se acercó a la chimenea y en cuanto calentó un poco sus plumitas, sacó su
cuadernito y su lápiz azul dispuesto a contar a Manuel todo lo que le había
llevado hasta allí. Manuel se dio pronto cuenta del problema que tenía su nuevo
amigo y decidió a ponerse manos a la obra. Se dirigió a un viejo armario donde
guardaba libros muy viejos y polvorientos.
- Déjame
ver, déjame ver ... – decía ajustándose sus anteojos – no, no, aquí no...
A Tobías
empezaba a rendirle el sueño y ya sus ojitos se cerraban cuando de repente ...
- !Eureka, eureka! Ya lo tengo, Tobías, escucha con atención: “... y a las altas
cumbres de las montañas nevadas llegarás, donde habita el hada Melodía,
guardiana de los cantos más bellos del mundo”
¡Qué
contento estaba Tobías! ¡por fin, por fin sabía dónde estaba su canto! Iría
hasta allí, lo recuperaría y volvería a su bosque, a su casita y a su sauce
para volver a entonar sus bellas canciones.
-
Espera, espera Tobías – le dijo Manuel – llegar hasta allí es muy difícil, casi
imposible para un pequeño periquito como tú y un viejo búho como yo. El camino
es largo y peligroso. Nos perderíamos sin duda antes de llegar.
Tan
desolado y triste vio Manuel a su nuevo amigo
que, después de meditarlo un ratito, le dijo:
- Está
bien, Tobías, creo que ha llegado el momento de pedir ayuda a mi gran amigo
Suki, el conejito valiente.
(Continuará
la próxima semana)