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domingo, 17 de febrero de 2013

El canto de Tobías (5ª parte)


  La casita del hada Melodía se alzaba sobre la cumbre nevada de la montaña más alejada del bosque. No sin esfuerzo, los tres compañeros de viaje consiguieron abrirse camino y llegar hasta allí. Muy contentos de haber llegado por fin a su destino se internaron cautelosos en la morada. La puerta estaba abierta, la chimenea encendida y no parecía haber rastro alguno del hada que había llevado a nuestros amigos a la gran aventura.
  Dentro de la casita, comenzaron a buscar en todos los rincones: junto a la alacena, detrás del reloj de cuco, en un viejo baúl  … El conejito Suki, más atrevido que sus amigos, decidió adentrarse en un huequito junto a la chimenea y … allí, asombrado, pudo descubrir cómo decenas, cientos de cajitas de música, de todos los tamaños, formas y colores  encerraban cientos de cantos y melodías, notas de colores que sonaban lastimeras esperando poder salir de su encierro.
  Suki y Manuel se apresuraron a ir abriendo todas las cajitas al tiempo que Tobías corría y corría detrás de las más bellas notas, que volaban danzarinas por la casita. ¡Por fin estamos libres! ¡La, li, la! ¡Tin, tan, tum! El pobre Tobías no conseguía atrapar ninguna. Agitaba y agitaba sus alitas intentando atraparlas pero estaban tan excitadas que era imposible alcanzarlas. Poquito a poco iban saliendo por la chimenea, volando libres a sus destinos. Por fin, de una cajita esmeralda, pequeñita y muy bonita salió una melodía especial, que evocaba suaves brisas, bosques y sueños, casi mágica. Pronto supo Tobías que era su canto, su canto perdido. ¡Qué contento! ¡Ven aquí canto querido! Cuando Tobías pudo entonar de nuevo su bella melodía, Suki y Manuel, asombrados, supieron al unísono que el viaje había merecido la pena.
 Decidieron volver cuanto antes a su bosque, si se daban prisa podrían llegar antes de que anocheciera; apenas habían iniciado su camino cuando, de repente, una sombra les cerró el paso.
-¡Quién me ha robado mis cantos! ¡Quién ha osado desafiarme! – exclamó amenazante el hada Melodía frente a ellos.

(Continuará la próxima semana)

domingo, 3 de febrero de 2013

El canto de Tobías (3ª parte)


-¡Oh, pero si es un pajarito! – exclamó Manuel, el búho sabio – pasa, pasa, pequeño y siéntate junto al fuego.
Tobías se acercó a la chimenea y en cuanto calentó un poco sus plumitas, sacó su cuadernito y su lápiz azul dispuesto a contar a Manuel todo lo que le había llevado hasta allí. Manuel se dio pronto cuenta del problema que tenía su nuevo amigo y decidió a ponerse manos a la obra. Se dirigió a un viejo armario donde guardaba libros muy viejos y polvorientos.
- Déjame ver, déjame ver ... – decía ajustándose sus anteojos – no, no, aquí no...
A Tobías empezaba a rendirle el sueño y ya sus ojitos se cerraban cuando de repente ...
- !Eureka, eureka! Ya lo tengo, Tobías, escucha con atención: “... y a las altas cumbres de las montañas nevadas llegarás, donde habita el hada Melodía, guardiana de los cantos más bellos del mundo”
¡Qué contento estaba Tobías! ¡por fin, por fin sabía dónde estaba su canto! Iría hasta allí, lo recuperaría y volvería a su bosque, a su casita y a su sauce para volver a entonar sus bellas canciones.
- Espera, espera Tobías – le dijo Manuel – llegar hasta allí es muy difícil, casi imposible para un pequeño periquito como tú y un viejo búho como yo. El camino es largo y peligroso. Nos perderíamos sin duda antes de llegar.
Tan desolado y triste vio Manuel a su nuevo amigo  que, después de meditarlo un ratito, le dijo:
- Está bien, Tobías, creo que ha llegado el momento de pedir ayuda a mi gran amigo Suki, el conejito valiente.

(Continuará la próxima semana)

lunes, 28 de enero de 2013

El canto de Tobías (2ª parte)

Todos los animalitos del bosque se fueron cabizbajos a sus casitas. ¡Qué tristes estaban los cervatillos! ¡Cómo lloraban los patitos! Tobías, desconcertado, volvió a su nido, guardó algunas cositas en un hatillo, metió en él un cuadernito y un lápiz azul y se adentró en el bosque dispuesto a no regresar jamás si no encontraba su canto perdido.

La noche cayó pronto sobre el bosque y el pobre Tobías se sintió solo y aterido. La oscuridad le rodeaba por completo, cualquier ruido le asustaba y no era capaz de encontrar un caminito que le llevara a refugio alguno. Cuando más triste y asustado se encontraba y más temblaban sus alitas, vio a lo lejos una luz muy débil y decidió encaminar sus patitas hacia allí. No tardó en darse cuenta de que la luz provenía de una casita de madera solitaria. Al llegar junto a ella, Tobías se armó de valor, llamó a la puerta y asomó su piquito a través de ella.

- ¡Quién se atreve a molestarme a estas horas! ¡Quién perturba mi descanso! – clamó una voz desde el interior....

(Continuará la próxima semana)

viernes, 18 de enero de 2013

El canto de Tobías (1ª parte)

Tobías era un periquito azul, el más bonito de todo el bosque de las hadas blancas. Vivía en su casita - nido, sobre una ramita del sauce más pequeñito del lugar. Todas las mañanas, se levantaba temprano, salía de su casita muy contento y se lavaba sus plumitas en un riachuelo cercano. Era entonces cuando volaba hacia lo alto de su arbolito preferido y entonaba bellas melodías, porque habéis de saber que Tobías tenía un canto mágico que hacia que todos los animalitos del bosque corrieran cada mañana a su lado para escuchar su trino y aplaudían alegres cuando Tobías acababa su recital matutino.


Tobías tenía muchos amigos porque era bueno, siempre estaba dispuesto a ayudar a todos los animalitos del bosque y les ofrecía sus sabios consejos.

Aquella mañana, como cada día, Tobías se levantó temprano, salió de su casita contento, se lavó sus plumitas en un riachuelo cercano, voló hacia lo alto de su arbolito preferido y cuando se disponía a comenzar su recital se dio cuenta, horrorizado, que ninguna nota salía de su piquito. Por mucho que lo intentara, por mucho que se esforzara, no consiguió entonar su bella melodía. Tobías había perdido su canto...

(Continuará la próxima semana)