Tras
la despedida de Cristina, poco antes del anochecer, me dirigí a casa de nuevo
para echar un último vistazo. Tenía decidido volver a Soria mañana lunes y no
pensaba cambiar de opinión pero en aquel momento aún planeaba mi vuelta por la
tarde después de comer y permanecer un rato por la mañana en la hemeroteca del
ayuntamiento. Noté que se había levantado algo más de fresco y mientras me
acercaba a la verja sentí un escalofrío que no asocié a nada extraño o
sobrenatural; simplemente era que la temperatura había bajado bastante y aún vestía
de manga corta. Estuve tentado de volver al hostal para coger alguna prenda de
abrigo pero al final desistí dado que estaba ya pisando la hojarasca del
jardín. Un poco de frío me mantendría alerta.