domingo, 24 de marzo de 2013

El Ático (Parte 3)


Jueves 6 de septiembre de 2012.

Vale. Tenía mucho tiempo para preparar el equipaje pero al final, como siempre, aquí estoy a última hora guardando las penúltimas cosas en una maleta que no cierra. ¿Por qué el último día antes de un viaje o una escapada se juntan en la agenda cien cosas importantes que sólo se pueden hacer en este día o que al final no has tenido tiempo para hacer antes? Y otra cosa. ¿De dónde salen tantos cargadores? Móvil, tablet, maquinilla de afeitar… Tengo un defecto importante y es que no sé simplificar.


Lista de tareas para hoy:

 Hablar con el jefe para tratar el expediente del Sr. Górriz. Hoy era la subasta pública. (No me dejan tranquilo ni en vacaciones).
-  Solucionar multa de tráfico.
-  Sacar más dinero del cajero automático.
-  Hablar con Sonia sobre reunificación de tarjetas de crédito. Método “bola de nieve”.
Compra material de aseo para el viaje.
Recoger edredones de la tintorería para mamá. ¿Y esto por qué tiene que ser hoy?
Importante: confirmar con el Hostal que tienen wi-fi (!!!)
Hacer equipaje.


Finalmente tuve tiempo para hacerlo todo pero aquí estoy, luchando contra los elementos y contra mi obsesión de llevar únicamente una maleta pequeña. Voy a seguir con el tema.

Decidí no quebrarme más la cabeza. Mamá me presta el trolley mediano así que todo apañado. Y me afeitaré con cuchilla desechable. Total, de momento es sólo un fin de semana largo.



Viernes 7 de septiembre de 2012.

Me encuentro ya en el hostal, sorprendentemente aceptable para el ambiente que se respira en el pueblo. Debo ser el único que se aloja aquí porque no vi ningún movimiento en toda la mañana. Es acogedor y está limpio, por lo menos así lo parece en esta primera planta que es la única que está hoy abierta; el hostal tiene dos plantas con seis habitaciones cada una pero la superior está cerrada por haber pocos clientes, o mejor dicho ninguno salvo yo. Es otra casona típica con buhardilla, bodega y trastero que hace también las veces de garaje, aunque poca falta hace. 

En recepción me atendió una señora de mediana edad, regordeta, amable pero poco habladora. Su cara me resultaba familiar pero no la reconocí. Me comentó que es la hija de la señora Reme pero seguí sin ubicarla, hasta que me explicó que era la que vivía en la primera casa que se ve en el pueblo a la entrada desde la carretera (el pueblo tiene una sola entrada y la carretera comarcal muere en él, flanqueada por el inmenso bosque de pinos y la montaña del Pico Pastor). Al parecer, la señora Remedios falleció poco antes que mi abuela Valeria pero siempre vivió en el pueblo y fue su hija la que vino a cuidarla, residiendo con ella durante varios años y ocupándose del Hostal cuyos dueños se lo habían traspasado prácticamente a precio de ganga cuando se trasladaron a Madrid. Me contó que de esta manera tenía trabajo y que podía cuidar a su madre. Me pareció indiscreto preguntarle si estaba casada o tenía más familia en el pueblo; total, ya me enteraré. Para mañana sábado espera a otro cliente y a una pareja de Zaragoza. Bueno, así no estaré solo.


El viaje ha sido bueno porque no había demasiado tráfico y además en menos de una hora se puede llegar perfectamente si marcha todo bien. En cuanto al clima, como siempre en esta época del año, está amenazando lluvia aunque de momento no ha empezado a caer. Y puede que ni así sea puesto que en cantidad de ocasiones se queda en simple amenaza.

Al entrar en el pueblo tras recorrer el tramo de cinco kilómetros bastante incómodos de carretera comarcal desde que la provincial se desvía había muy poca gente en la calle, prácticamente seis o siete ancianos, cuatro de ellos “agrupados” en la plaza que comparten el Ayuntamiento y la Iglesia y que me miraron como si acabara de aterrizar E.T. Crucé el pueblo con el coche y medio minuto después allí estaba, la casa de mis abuelos y que ahora era mía, al final del sendero que unía el pueblo con el bosque. Grande, destartalada, bastante descuidada en su fachada pero con fuertes muros de piedra. Me he emocionado de verdad al verla, casi como si fuera la primera vez.


No me entretengo más. Por la tarde iré a ver cómo está. Ahora voy a comer; aquí sirven una especie de menú del día.



(Continuará).

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