- ¿Por qué lo dice? - le pregunté con gesto divertido aunque en el fondo estaba un poco enfadado por el comentario. No
me había hecho ni pizca de gracia porque denotaba que el anciano sabía algo
intrigante que yo no conocía.
- "Na, por na" - contestó el hombre, esta vez
sin dilación y un poco azorado; daba la impresión de que había tomado
conciencia de que con su espontaneidad había hablado más de lo que quería.
- Hombre, por algo será - insistí. Lo miré fijamente;
el vejete no tenía escapatoria.