domingo, 12 de mayo de 2013

El Ático (Parte 10)


   Cuando salí del bar no era demasiado tarde pero como mi excusa había sido tener que trabajar con el ordenador volví directamente al hostal para descansar un rato antes de la cena. Nada más entrar me topé con Celia en Recepción; estaba hablando por teléfono y me dedicó una sonrisa y un gesto de bienvenida. Se lo devolví sin decir una palabra y subí a mi habitación, donde me tumbé directamente en la cama. Cerré los ojos y pensé en los extraños acontecimientos del día y la gente que había conocido. Esbocé un plan para el día siguiente: volvería a casa y volvería a subir al ático. Quería inspeccionar el baúl y recuperar el libro de mi abuelo. Sin embargo, aún iba a ocurrir algo más; las sorpresas del día no habían acabado.
  

  Llevaba cerca de un cuarto de hora tumbado cuando noté la vibración del teléfono móvil y un segundo después el tono de llamada “Titanium" de David Guetta. Era Cristina, la novia de Sergio. Me alegró mucho recibir noticias de mis mejores amigos, sobre todo en estos momentos en los que me encontraba algo más bajo de ánimo.

- Hola, bicho. ¿Cómo estás? ¿Cómo te va con la casa? - preguntó Cristina cariñosamente.

- Aquí en el Hostal – respondí -. Echándoos de menos. ¿Cómo estáis vosotros?

- Psé. Sergio tiene que trabajar también mañana pero yo he terminado lo mío hoy - Sergio y Cristina trabajan en la misma empresa de Marketing, él en el Departamento de Diseño y ella en el de Contabilidad -. Estaba pensando en ir a verte mañana y ayudarte en algo, lo que necesites. Total se tarda poco en llegar. Saldría después del desayuno. Luego me volvería a casa por la noche porque el lunes me toca madrugar de nuevo. ¿Qué te parece?

- Genial -. La verdad es que la idea de no estar sólo mañana y compartir la experiencia con una amiga me animó bastante - ¿Qué dice Sergio? ¿No viene contigo?

- Él tiene que trabajar mañana también sí o sí así que siente mucho no poder acompañarme pero le parece estupendo. Y me dice que vaya con cuidado, claro.

- Muy bien ¿Sabes llegar hasta el pueblo?

- Voy con el navegador - explicó pacientemente, sin duda odia verse sobreprotegida -. Y si me pierdo te llamo al móvil - añadió tras una brevísima pausa.

- Te espero entonces.

   Continuamos hablando durante un rato más de temas intrascendentes hasta que terminamos con un "hasta mañana" y un par de besos virtuales. Me sentí aliviado al saber que mañana voy a estar acompañado por Cristina y pensando en ello continúe mirando al techo durante un rato hasta que perdí la noción del tiempo y el espacio.

    No sé de qué manera había llegado pero me encontraba súbitamente en medio del bosque. Sentía el incipiente frío de la noche calándome hasta los huesos desde cada uno de los poros de la piel. Estaba temblando a pesar de estar convenientemente abrigado. Era imposible dar un solo paso; algo me paralizaba el cuerpo pero no procedía de mi interior. Parecía como si dos manos poderosas invisibles me sujetaran por los hombros y me clavaran contra el suelo. No podía ver más allá de unos pocos metros y el viento me azotaba la cara casi como un látigo. Apenas vislumbraba los troncos de los árboles cercanos. Una capa de niebla bastante espesa dificultaba la visión a media distancia; sin embargo, a mi alrededor estaba despejada como formando un halo protector. No sé cuánto tiempo se mantuvo esta situación pero de repente surgió detrás de mí algo vivo y grande que se movió hasta colocarse justo a mi altura. Noté cómo se me erizaba el vello de la nuca; el ser respiraba y sentí su aliento cálido cada vez más cerca. Y también pude perfectamente oír el sonido de su respiración en una especie de gruñido suave, lento y pausado. El frío y el pánico me impedían realizar movimiento alguno pero aún así sé que lo intenté. Traté de girarme sobre mis pasos y afrontar lo que fuera que me amenazaba, si es que de verdad era esto lo que hacía. Un poco más. Un milímetro más y podría verlo. Podría descubrir qué estaba ocurriendo. Averiguar qué o quién se ocultaba en las sombras. Estaba a punto de conseguirlo.

    De pronto, en ese momento sólo sentí un vuelco en el corazón y un despertar brusco empapado en sudor. Me encontraba de nuevo tumbado en la cama de mi habitación, con la sensación de haber caído desde una gran altura. Miré el reloj del móvil, que tenía junto a la mano derecha. Eran las diez y media de la noche. Me incorporé bruscamente y pasé al baño a refrescarme un poco. Todavía me temblaba el cuerpo, especialmente las manos. Esperé un buen rato a que se pasara el temblor y la taquicardia para después, más calmado, bajar de nuevo a Recepción. Celia no se encontraba allí en esta ocasión. Me senté en un sillón de mimbre que había junto al mostrador y esperé hasta que la mujer apareció por la puerta del hostal; parecía preocupada y azarosa.

- ¿Ocurre algo, Celia? – le pregunté sin levantarme del sillón.

- No, nada. No pasa nada – era señal de que algo ocurría, la mujer no sabía mentir -. ¿Quiere algo para cenar? – Se le había olvidado lo del tuteo.

- Creo que hoy pasaré de la cena. Si me calientas un poco de leche me pondré un sobre de descafeinado y tomaré algunas galletas.

- Bien – dijo mientras se quitaba la chaqueta; la noche estaba más fresca que la de ayer -. De nuevo tiene mala cara. Se diría que el aire del pueblo no le sienta muy bien. Es raro, porque suele producir el efecto contrario…

- Yo iba a decirte lo mismo – respondí, esta con cierta acritud involuntaria -. Sé que pasa algo, lo noto.

   Esta vez Celia no pudo callarse. Estaban a punto de saltársele las lágrimas.

- La pareja de Zaragoza debería haber vuelto ya; quedaron en regresar a media tarde. Me dejaron el número de móvil de ella pero por más que les llamo sólo contesta el apagado o fuera de cobertura.

- No pasa nada Celia. Se habrán entretenido algo más de la cuenta – intenté tranquilizarla. La mujer siguió hablando:

- Jaime el pastor dice que encontró esto cerca de la finca donde guarda su rebaño.

   Me tendió un jirón grueso de ropa, una tela de algodón de color verde claro rasgada y manchada de tierra.

- Estoy segura que es del jersey de la chica, con el que salió esta mañana. Estaba en el prado, tendido sobre la hierba. Es muy raro…, muy raro.

   No supe qué decir, porque tampoco podía determinar si el hecho era o no fortuito, pero la combinación del hallazgo y la falta de noticias de la pareja sí era preocupante.

- Creo que llamaré a las autoridades – dijo Celia al cabo de un rato.

- Me parece lo más sensato – contesté. Ni siquiera tomé el descafeinado con galletas. Volví a subir directo a la habitación y aquí me encuentro, escribiendo el relato de lo ocurrido hoy. Son las dos de la mañana y no hay rastro alguno de la pareja. En principio Celia llamó a la Guardia Civil y un par de agentes se personaron en el Hostal. Recogieron la muestra de ropa y tomaron varios datos pero sin que hubiera otros indicios debía transcurrir más tiempo antes de denunciar la desaparición. Sin embargo, me consta que no se atuvieron al reglamento y patrullaron un poco por la zona, pero como ya dije antes no hay nuevas noticias. Esperaremos a ver cómo se desarrolla el día de mañana. Espero no volver a tener la pesadilla de esta tarde.






(Continuará).

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