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domingo, 21 de julio de 2013

El Ático (Parte 20)

    Sentados en los taburetes de la cocina del bar, Pablo el camarero continuó explicando la historia del pequeño Lucas. El hombre volvió a ofrecernos amablemente algo para tomar y en esta ocasión sí se lo aceptamos. Tanto Cristina como yo pedimos una cocacola.

- Como os iba diciendo… - dijo mientras abría dos botellas de cocacola de envasado antiguo mientras él se servía un botellín de cerveza - … Lucas era un niño del pueblo pero no vivía aquí permanentemente. Sus padres residían en Bilbao por el trabajo del padre, que era ingeniero naval. Los abuelos maternos de Lucas, María y Ladislao, creo que sí eran naturales del pueblo o al menos sí que residían permanentemente en él. El niño pasaba el verano en casa de sus abuelos como tantos otros niños de la época.

domingo, 7 de julio de 2013

El Ático (Parte 18)


- ¿Y cuándo pensabas decírmelo? – Dijo Cristina mientras doblaba en cuatro la nota que le mostraba. La había sacado de la funda del tablet que uso como diario expresamente para enseñársela, después de comer en el Hostal el rico menú que nos preparó Celia y antes de ponernos de camino al bar.

- Me he acordado ahora – respondí con un leve tono de disculpa -. La verdad es que he guardado esta nota desde que me la entregó el representante de la Notaría pero prácticamente me había olvidado de ella hasta que me has preguntado durante la comida si había alguna condición en el testamento que debería cumplir para formalizar la herencia.

- Es lo que pasa en las películas ¿no? – Continuó Cris tendiéndome la nota para que la guardara. – El chico hereda si cumple alguna condición, que en muchas ocasiones es la causa que mueve la trama. Ya me ha vuelto a salir la vena Sergio.

- La causa que mueve la trama… - repetí solemnemente - … y la causa de su perdición.

domingo, 12 de mayo de 2013

El Ático (Parte 10)


   Cuando salí del bar no era demasiado tarde pero como mi excusa había sido tener que trabajar con el ordenador volví directamente al hostal para descansar un rato antes de la cena. Nada más entrar me topé con Celia en Recepción; estaba hablando por teléfono y me dedicó una sonrisa y un gesto de bienvenida. Se lo devolví sin decir una palabra y subí a mi habitación, donde me tumbé directamente en la cama. Cerré los ojos y pensé en los extraños acontecimientos del día y la gente que había conocido. Esbocé un plan para el día siguiente: volvería a casa y volvería a subir al ático. Quería inspeccionar el baúl y recuperar el libro de mi abuelo. Sin embargo, aún iba a ocurrir algo más; las sorpresas del día no habían acabado.
  

domingo, 14 de abril de 2013

El Ático (Parte 6)


En algún momento de agosto de 1947

   Era un día inusualmente caluroso, aunque lo compensaba la humedad de la tarde. Habían llovido unas gotas, el típico bochorno de verano. En el pueblo había pocos habitantes, el turismo aún no estaba tan desarrollado como lo estaría en las décadas posteriores. A las 9 de la noche aún se veía perfectamente y Lucas jugaba en la calle con una piedra sobre una cuadrícula que había dibujado con tiza en el asfalto, en completa soledad. Estaba frente a su casa, estrecha, con dos plantas y adosada al Ayuntamiento, en la Plaza Mayor. Tenía 8 años y pasaba las vacaciones de verano como cada año, en casa de sus abuelos, mientras sus padres permanecían en la capital por razones de trabajo. María, su abuela, se asomó a la calle desde la ventana de la habitación del niño.