domingo, 30 de junio de 2013

El Ático (Parte 17)

   Mientras marcaba en la agenda automática del móvil el teléfono de mi madre, Cristina sacó de su bolso el suyo y se levantó del tresillo, saliendo al exterior del Hostal. Después de varios tonos de llamada, me contestó con su habitual tono jovial.

- Juan, ¿cómo estás? ¿Qué tal va todo?

- Bien, todo va bien – respondí, pero en seguida fui al grano -. Mamá, ¿es cierto que yo nací en el pueblo, en casa de los abuelos?

   Hubo un momento de silencio y después me hizo la pregunta que esperaba:

- ¿Quién te ha dicho eso?

- El párroco, don Joaquín. Lo he conocido esta mañana. Dice que él mismo fue el que me bautizó.

   Se hizo de nuevo el silencio pero esta vez fue discretamente más largo.

- Sí, es cierto que fue él el que te bautizó. Naciste en Soria pero nos vinimos al pueblo con mis padres enseguida y por eso decidimos bautizarte en el pueblo.

   Había algo en el tono que me resultaba un poco falso, así que seguí insistiendo.

- Pero él parece bastante seguro de que nací en casa de los abuelos…

   Esta vez contestó enseguida, sin la menor dilación:

- Si así fuera no sé por qué tu padre y yo o tus abuelos o el resto de la familia no iba a habértelo dicho; no tendría la mayor importancia, ¿no crees?

   Como siempre, su razonamiento había sido de lo más lógico. En condiciones normales, el hecho no habría tenido mayor trascendencia y sin duda conociendo que yo iba a pasar unos días en el pueblo y que podía perfectamente ser posible que alguien me contara algo sobre mi origen no cabía duda de que antes de venir me lo habrían explicado en casa; sin embargo, en estos tres últimos días me había ocurrido de todo y nada de ello había sido lo que entendemos por “normal”.

- Sí, supongo que tienes razón.

- ¿Cuándo vuelves? – preguntó mi madre casi de inmediato, como si quisiera que mi última frase cortara el tema de raíz y no me diera tiempo a seguir pensando en lo mismo.

- Creo que mañana después de comer. Te llamaré para confirmar.

   Seguimos charlando un rato de temas banales hasta que por fin colgué el móvil. Cristina seguía en el exterior del Hostal y aún tardó varios minutos en entrar, dirigiéndose de nuevo hacia el rincón en el que me había sentado y haciendo lo propio junto a mí.

- ¿Qué te ha dicho? – me soltó de golpe sin poder disimular su curiosidad.

- Dice que sí me bautizaron aquí pero que no nací en casa de mis abuelos; el cura debe estar equivocado.

- Ah -. Me pareció notar un deje de decepción; seguramente le habría encantado que hubiera alguna misteriosa historia detrás de la afirmación de don Joaquín.

- ¿Con quién has hablado? – le pregunté, cambiando de tema -. ¿Con Sergio?

- Sí – respondió con cara de circunstancias -. Tenía una llamada suya perdida de cuando he tenido el teléfono en silencio. Le he dicho que estaba en Misa y me ha contestado que si estaba hablando conmigo o con un ser de otro mundo que me había suplantado al estilo de “La invasión de los ladrones de cuerpos” – no pude reprimir una carcajada -. Sí, sí, no te rías. Dice que si me han hecho prisionera en alguna secta que lava el cerebro. Le he contestado que en un pueblo hay que hacer vida social y que está bien pasarse por la Iglesia aunque sea de vez en cuando, algo que él no hace nunca… - Yo seguía riendo a mandíbula batiente -. Pues no te lo pierdas, le he comentado lo de la pareja de Zaragoza y tiene ya una curiosa teoría conspiranoica de abducción extraterrestre.

- Desde luego, imaginación no le falta – le dije cuando pude controlarme.

- No sé cómo le aguanto – dijo a su vez Cris con una sonrisa -. Oye, por cierto. En realidad he hecho dos llamadas. La otra ha sido a Antonio, mi vecino el químico. Le he comentado que le iba a mandar una foto con lo de la sustancia esa del pozo y después de volverme loca buscándola me he dado cuenta de que la habías hecho tú y está en tu móvil, así que le he comentado que en un momento se la mandamos. Dice que para recoger una muestra lo podemos hacer con una varilla de plástico y que después la depositemos en una de esas bolsas estériles que tienen en los hoteles para recoger residuos higiénicos como las compresas de las mujeres, etc.

- ¿Tienen de eso aquí? – le pregunté arqueando las cejas.

- Ni flores, tío. Pero algo similar puede haber. Dice que tampoco hace falta que usemos el método científico de Stephen Hawkins, que él ya cuenta con el error de la manipulación.

- Vale – exclamé animado de nuevo -. Luego lo intentamos si quieres. Ahora vamos a comer algo; te recuerdo que después nos espera el camarero del bar para contarnos algo…

- Ostras, es verdad – exclamó a su vez Cris tan de repente que consiguió casi asustarme -. A ver lo que quiere mi paleto favorito.

- Venga… No seas mala – dije con gesto simpático pero severo. Seleccioné la foto de la carpeta carrete y la envié al número de teléfono que me facilitó Cristina. Pocos segundos después llegaba un SMS: “Perfectamente recibido. Intentaré deciros algo. Saludos. Antonio”.




Una conversación en Agosto de 2012.

- Mi nombre es José Antonio Carrascosa, represento a la Notaría Delgado. Me han dicho en información que se encontraba usted hoy en este puesto. ¿Es usted el señor Juan Andrés Zabaleta?

- Andrés de apellido. Así es, tanto gusto.

- Vengo a hacerle entrega de una herencia. Simplemente le muestro una copia simple junto con una nota explicativa. El original se lo entregaremos cuando formalice la documentación legal en nuestra oficina.

- ¿Una herencia? ¿Para mí?

- Se trata de la escritura de una vivienda rural, como puede comprobar (….) ¿Se encuentra bien?

- Sí, sí. Es que me ha sorprendido heredar la casa del pueblo de mi abuela materna. Si ni siquiera soy su nieto más allegado...

- Eso ya no podremos preguntárselo. Como bien sabe falleció hace ya dos años pero hemos tenido problemas con la escritura de la casa porque estaba a nombre de su abuelo, el marido de la señora Valeria, quien falleció sin testar y además existían dudas acerca de los bienes gananciales. Afortunadamente su abuela dejó las cosas bastante mejor atadas y en su legado es usted el heredero de la casa, sin más aclaración o condición.

- ¿Por qué yo y no mis padres o mis tíos?

- Le repito que no hay ninguna aclaración al respecto. Simplemente la escritura que le acabo de mostrar y esa nota, en la que se confirma que la vivienda es suya en propiedad. ¿Cuándo puede pasarse por la Notaría? Ahora estamos sólo de 10 a 14 horas para atender al público.

- Cuando ustedes quieran. Denme unos días para hablar con el resto de la familia y formalizar las vacaciones. Necesitaré algunos días libres para organizarme e ir a ver la casa. ¿Y dice que la heredo sin ninguna razón especial o condición?

- Así es. Bueno… Ya ha visto que hay una condición. Lo dejó indicado la Señora Valeria, como ha podido leer en la nota que le he entregado; se la puede quedar si lo desea. Dice que jamás venda o se deshaga de los enseres y mobiliario que encuentre usted en el ático. Bajo ningún concepto. La casa la puede incluso vender si lo desea pero nunca debe usted desprenderse de lo que encuentre en el ático.

- Recuerdo aquel ático. Pero era pequeño y no debía tener más que tres o cuatro muebles viejos. Qué condición más rara. No, no hace falta que me conteste; sólo pensaba en voz alta.

- Bien. Cuando formalice la escritura le haremos entrega de las llaves y podrá averiguar todo cuanto desee. Ahora debo marchar. Le dejo que siga trabajando.

- Muchas gracias. Perdone si he sido algo descortés. Simplemente me he quedado estupefacto.

- No es el primero al que le pasa. Adiós, buenos días.

- Adiós.


Aquella nota explicativa estaba escrita a mano con una caligrafía un tanto irregular: 

“Querido Juan: cuando leas esta carta, tu abuelo y yo ya no estaremos en este mundo. Tanto él como yo queríamos que cuando faltemos nuestra casa sea tuya. No podíamos dejarla en las mejores manos y tampoco en las más adecuadas. Esperamos que la cuides bien o por lo menos que sepas darle un futuro apropiado aunque finalmente decidieras traspasarla o venderla. Pero hay algo muy importante que debes saber, y es que si hay algo que es más tuyo por derecho que nadie es el ático de la casa. Hemos puesto como condición que las cosas que hay allí no las vendas nunca y esperamos que puedas algún día explicar su significado. Deseamos que seas muy feliz. Te queremos. Tu abuela Valeria”.   (17/10/2003).




(Continuará)


1 comentario:

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