Mientras
marcaba en la agenda automática del móvil el teléfono de mi madre, Cristina
sacó de su bolso el suyo y se levantó del tresillo, saliendo al exterior del
Hostal. Después de varios tonos de llamada, me contestó con su habitual tono
jovial.
- Juan, ¿cómo estás? ¿Qué tal va todo?
- Bien, todo va bien – respondí, pero en seguida fui al
grano -. Mamá, ¿es cierto que yo nací en el pueblo, en casa de los abuelos?
Hubo un
momento de silencio y después me hizo la pregunta que esperaba: