domingo, 1 de diciembre de 2013

El Ático (Parte 25)

   El alcalde del pueblo, Ramón Lobato, era una persona campechana, afable y atenta, muy alejado en cuanto al carácter del histrionismo y de los aspavientos de Félix, el teniente de alcalde. No dudó un minuto en recibirme cuando me presenté en el Ayuntamiento a primera hora de la mañana después de una noche de mal descanso y a pesar de lo apretado de su agenda.
   


   Tras una cordial presentación me invitó a acomodarme en su modesto despacho de la planta superior justo al lado de la sala de juntas y no tardó en pedirme que nos dejáramos de formalidades y nos tratáramos de tú, como si nos conociéramos de toda la vida. Dijo que era la menor atención que se podía tener con alguien que iba a ser nuevo vecino de la localidad. El hombre, de mediana edad, inspiraba tanta confianza que me dio pena desilusionarlo con mi momentánea espantada del pueblo y con la posibilidad de no aparecer por allí nunca más de manera que le hablé de mi proyecto inicial de transformar la casa de mis abuelos en una casa rural y observé que realmente la idea le complacía.
  
   Pronto me sorprendí a mí mismo contándole gran parte de mis experiencias del intenso fin de semana, salvo las que podrían motivar que la conversación terminara con el mandatario alucinado y yo en Salud Mental. Me escuchó atentamente durante mi breve aunque sincera explicación. Lo más sorprendente fue que parecía no sólo tener información de primera mano de los hechos sino que por su propia experiencia como alcalde complementaba la información con acontecimientos pasados que habían transcurrido en el pueblo y sus alrededores, aportando su toque personal.

- Durante los casi diez años que llevo en esta Alcaldía… - comenzó diciendo cuando hube terminado de resumir mi historia - … he tenido que atender muchas cosas, normalmente relacionadas con temas económicos y políticos, algunas situaciones divertidas y otras truculentas, pero confieso que lo que ha ocurrido en los últimos meses sobrepasa todo mi entendimiento.

   Su afirmación me pilló un poco desprevenido y no pude evitar un gesto de sorpresa.

- ¿Meses? ¿Quieres decir que no solamente se han producido hechos extraños en los últimos días? Bueno… - Me interrumpí a mí mismo pensando en el pequeño Lucas y en la posible veracidad de los casos que en forma de cuentos nos contaba mi abuelo -. Sé que en la zona han ocurrido hechos extraños desde hace mucho tiempo.

   El alcalde carraspeó un poco e hizo una sorprendente revelación:

- Esta zona es muy extraña, Juan. Algo nos persigue desde hace mucho tiempo, un ente ajeno al pueblo y yo diría que sobrenatural. Nunca se ha podido descubrir o demostrarlo, aunque incluso hayan intervenido las fuerzas de orden público para investigar hechos y circunstancias, pero realmente hay testigos que afirman… cosas… hechos que suceden, pequeños cambios, desapariciones periódicas, gente que sueña… Yo creo esas historias, la verdad. Me he permitido investigar un poco dentro de mis posibilidades y te puedo asegurar que hay una fecha clave en la que parece que todo comenzó y a partir de la cual se han sucedido acontecimientos extraños.

- La desaparición del pequeño Lucas. Agosto de 1947.

   El mandatario no pareció sorprendido con mi conocimiento de los hechos.

- Exacto. Las implicaciones que aquel suceso tuvieron para las gentes del pueblo fueron tremendas. Pero no sólo eso  - añadió haciéndose el interesante casi sin pretenderlo -.  Hubo un hecho más que sucedió aquel año y que aunque aconteció muy lejos de nuestro entorno tuvo una enorme repercusión mediática, desencadenando un montón de rumores y especulaciones. No ha sido demostrada su influencia sobre nosotros pero no deja de ser curioso que el comienzo de nuestros problemas haya sido poco tiempo después del incidente que te comento.

   Ahora sí que pretendía hacerse el importante, demostrándolo con una más que exagerada pausa dramática.

- ¿A qué te refieres? – Exclamé sin poder contener más la intriga.

- Te lo diré con una sola palabra: Roswell.

   Me quedé completamente estupefacto. Era completamente inverosímil que el alcalde de un pequeño pueblo de la zona de pinares de Soria relacionara los extraños acontecimientos que se habían producido en la comarca con uno de los más disparatados, populares y extraños fenómenos OVNI de la Historia de la Humanidad ocurrido nada menos que en Nuevo Méjico, Estados Unidos.

- No puedes estar hablando en serio – dije tras varios segundos de estupor.

- Completamente – afirmó como si tal cosa -. El incidente Roswell sucedió el 7 de julio de 1947, prácticamente un mes antes de la desaparición del pequeño Lucas en circunstancias que por lo menos podemos calificar de inexplicables. Su cuerpo además nunca fue hallado, según consta en las hemerotecas.

- Creo que tienes alguna teoría al respecto – interrumpí brevemente. Entonces se acercó a mi oído izquierdo y me dijo en voz muy baja, prácticamente en un susurro:

- Estamos sufriendo casos de abducción extraterrestre.

   Haciendo un esfuerzo sobrehumano por no estallar en una sonora carcajada me vino a la mente el pensamiento que había tenido hacía breves minutos: no hablar más de lo necesario para que el hombre no alucinara y yo no acabara ingresado en Salud Mental; había ocurrido justo al revés.

- Venga ya, Ramón. No puede creerse lo que está diciendo – le había dejado de tutear, sin duda intentando volver a mantener cierta distancia.

- Investiga, Juan. Lee, compara, analiza… Yo ya lo he hecho y todo encaja como el mecanismo de un reloj suizo.

- Pero… Roswell está en Nuevo Méjico, nada menos que en Estados Unidos… Por amor de Dios…

   El rostro de Ramón permaneció imperturbable.

- Estamos hablando de hechos que sobrepasan las leyes de la Física y de la Razón.

   Lo peor era que en el fondo de mi ser y después de mi propia experiencia sabía que una explicación sobrenatural era la que se adecuaba a lo vivido pero me negaba a creer en algo tan descabellado. Me disponía a replicar su argumento cuando nos interrumpió Félix en un alarde de inoportunidad.

- Ramón, ya estamos todos y hay cierto nerviosismo en la sala. ¿Podemos empezar ya el pleno? … Ah, hola vecino – dijo reparando en mi presencia -. Menudo fin de semana, ¿eh?

   Asentí con la cabeza aún con la boca abierta por mi réplica interrumpida, mientras el alcalde se levantaba como un rayo de su mullido asiento.

- Siento mucho no poder atenderte durante más tiempo, Juan. Piensa en lo que te he dicho y espero verte pronto por aquí. Si quieres asistir al pleno, es libre para todo el que lo desee.

- No, gracias – dije suavemente -. Tengo que volver a Soria. Pero volveré pronto…

   Me dio un buen apretón de manos y me sonrió con cierta complicidad, mientras con sus labios volvía a pronunciar la misma palabra, sin emitir sonido alguno y de espaldas a Félix para que éste no se percatara de lo que hacía:… Roswell …

  

   No me quedé al pleno pero sé que cuando cargué el equipaje en el coche, me despedí de Celia (quien me permitió incluso darle un beso y me deseó buen viaje con un deje de tristeza en la voz) e inicié el camino de vuelta la reunión aún no había terminado, a juzgar por el escaso movimiento que había a las puertas del Ayuntamiento. Pasé a propósito por delante de mi casa y me detuve ante la verja del jardín. Permanecía silenciosa, cerrada e inmóvil. No tuve la certeza suficiente de saber si iba a volver a entrar en ella algún día, después de lo ocurrido. El pozo… El sótano… El ático. Era increíble todo lo que me había tocado vivir en tan sólo un fin de semana, pero allí continúa en mis recuerdos y seguro que perdurará durante mucho tiempo, acaso eternamente.

   Giré la llave de contacto, puse primera y arranqué el coche de nuevo.



                                                         FIN DE LA PRIMERA PARTE.




     En la noche del lunes 3 de septiembre de 2012. 
     Sección bar de copas del Red Lion.

- ¿Y bien? ¿Qué es eso que queráis contarme tan importante? Llevo intentando localizarte desde que he vuelto a Soria y tu móvil sólo me daba fuera de cobertura…

- Lo sé, perdóname. En el trabajo lo tuve que desconectar y sólo he podido mandar algunos mensajes. Pensé que era mejor verte aquí a solas y a estas horas. Porque sigues de vacaciones ¿no?

- Pues sí… Si te preocupa que tenga que madrugar por el tema de la hora que es estate tranquila.

- No, no es eso. Verás. He tenido ocasión de hablar esta mañana con mi vecino. Por cierto, ¿a que no se te ha ocurrido recoger alguna muestra del líquido ese viscoso pegado al pozo?

- Jodeeeer. Ni siquiera lo he intentado. Se me olvidó por completo, aunque si te explico lo que pasó desde que te fuiste lo entenderías perfectamente. ¿Sabes que la esfera que creías perdida estaba otra vez de vuelta en el baúl del ático y que la tengo en mi poder de nuevo?

- En cierto modo me lo imaginaba. ¿Puedo verla?

- Cuando quieras ven a casa y la ves. Porque yo no pienso llevarla encima mío.

- En mi vida me habían pasado cosas tan raras como las que me han ocurrido estando este fin de semana contigo, Juan.

- Puedo asegurarte que para mí tampoco es habitual tanto fenómeno extraño seguido. ¿Y qué te ha dicho tu vecino?

- A falta de un análisis bioquímico profundo, por el aspecto que ha podido observar en la foto que le mandamos se trata de un polímero, una especie de plástico líquido. Le hubiera sido muy útil analizarla en el laboratorio, lógicamente.

- Bien, pero eso no tiene nada de raro…

- Es que eso no es lo importante que te quería contar.

- Pues tú me dirás.

- Anoche apenas pude dormir. He tenido pesadillas y eso no suele ser habitual en mí.

- Te entiendo. Últimamente me está ocurriendo a mí también.

- Ya me contaste. Lo curioso es que mis sueños también se relacionan con el bosque, una aparición extraña y un niño solitario y perdido.

- No puede ser…

- Tardé mucho en dormirme anoche, di infinidad de vueltas en la cama. Cuando al fin pude conciliar el sueño sentí con toda claridad que estaba en medio de un bosque y que me encontraba como flotando o sujeta por alguna especie de mecanismo, no lo sé. De pronto comenzó a oscurecer y ante mí apareció un niño. Un niño con un cántaro de leche en la mano. Pude ver nítidamente su expresión de miedo y sorpresa. No recuerdo bien cómo pero sé que un extraño fulgor dorado comenzó a propagarse en el ambiente y que todo empezaba a girar y desvanecerse, como si se perdiera en la Eternidad. Me desperté bruscamente y dándome la sensación de que me había caído de una gran altura, empapada en sudor.

- Has soñado con el pequeño Lucas…

- Hay algo más… Pude verlo en sus ojos, Juan. Aquel niño… Aquel niño eras tú.





(Atentos a los entreactos de El Ático).
(Pronto en este Blog).




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