Jaime frenó tan
bruscamente a la salida de una curva en plena carretera comarcal que provocó
que don Joaquín, que en ese momento iba leyendo unos Salmos, casi topara contra
el parabrisas a pesar de llevar el cinturón puesto. Las gafas le salieron
disparadas y cayeron al suelo.
- Hijo por favor, qué susto - dijo con su habitual tono
bonachón y comprensivo -. ¿Qué ocurre? - Miró al frente pero sin las gafas lo
único que veía eran siluetas borrosas en medio de la carretera.
- ¿No lo ve, tío? - Dijo Jaime sin percatarse de que su tío
se inclinaba hacia delante y entornaba los ojos para intentar enfocar un poco
mejor -. Es la Guardia Civil. Hay un coche ahí en el arcén abandonado.