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domingo, 5 de mayo de 2013

El Ático (Parte 9)


- ¿Por qué lo dice? - le pregunté con gesto divertido aunque en el fondo estaba un poco enfadado por el comentario. No me había hecho ni pizca de gracia porque denotaba que el anciano sabía algo intrigante que yo no conocía.

- "Na, por na" - contestó el hombre, esta vez sin dilación y un poco azorado; daba la impresión de que había tomado conciencia de que con su espontaneidad había hablado más de lo que quería.

- Hombre, por algo será - insistí. Lo miré fijamente; el vejete no tenía escapatoria.

domingo, 28 de abril de 2013

El Ático (Parte 8)


Sábado 8 de septiembre de 2012 (por la noche).

   Transcurrida la jornada, me encuentro en mi habitación terminando de redactar mi diario. El día ha sido intenso y no finalizaron las sorpresas cuando cerré la casa a mediodía y volví al Hostal para intentar comer algo. Tenía pocas ganas, la excitación no me dejaba probar bocado. Celia me lo notó en la cara.
- ¿Le ha ocurrido algo? Parece que ha visto un fantasma -. Dijo mientras me servía un revuelto de setas que parecía estar bastante bueno. Hoy parecía estar algo más “dicharachera”. Dudé entre relatarle todo lo que había ocurrido o explicarlo con menos detalles pero al final me decidí por contarle una verdad a medias.

domingo, 21 de abril de 2013

El Ático (Parte 7)


“Tip tap, el hombre va.          
Busca, encuentra y vigilará.
Tip  tap, si brillando está
pórtate bien o te llevará”.

(Canción popular castellana, mediados de siglo XX).

... De nuevo giré el picaporte abriendo la puerta, que no emitió ruido alguno salvo un ligero chirriar al final del recorrido, y me adentré en las sombras... Sentí el frío húmedo de los lugares que han estado cerrados durante mucho tiempo y el olor a moho y a madera vieja impregnando todo el ambiente. La pequeña escalera de madera que subía hacia el ático ascendía un tramo y luego giraba hacia la derecha penetrando en la oquedad que daba acceso a la habitación, solitaria y abandonada. Pronto mis ojos se acostumbraron a la semioscuridad; subí lentamente sin necesidad de encender la luz. La escalera era robusta y segura, aunque a primera vista daba la impresión de fragilidad por el paso de los años.

domingo, 14 de abril de 2013

El Ático (Parte 6)


En algún momento de agosto de 1947

   Era un día inusualmente caluroso, aunque lo compensaba la humedad de la tarde. Habían llovido unas gotas, el típico bochorno de verano. En el pueblo había pocos habitantes, el turismo aún no estaba tan desarrollado como lo estaría en las décadas posteriores. A las 9 de la noche aún se veía perfectamente y Lucas jugaba en la calle con una piedra sobre una cuadrícula que había dibujado con tiza en el asfalto, en completa soledad. Estaba frente a su casa, estrecha, con dos plantas y adosada al Ayuntamiento, en la Plaza Mayor. Tenía 8 años y pasaba las vacaciones de verano como cada año, en casa de sus abuelos, mientras sus padres permanecían en la capital por razones de trabajo. María, su abuela, se asomó a la calle desde la ventana de la habitación del niño.

domingo, 7 de abril de 2013

El Ático (Parte 5)


Sábado 8 de septiembre de 2012

   He vuelto a la casa hoy temprano por la mañana pero apenas he podido hacer nada útil. Escribo en el antiguo escritorio del salón un momento antes del mediodía. Necesito dejar constancia de lo que ha ocurrido antes de que la memoria me gaste malas pasadas.

lunes, 1 de abril de 2013

El Ático (Parte 4)


En la actualidad.

Lo siento en cada esquina, en cada soplo de brisa, en cada una de las cosas que hago. Incluso anida en mi pensamiento noche y día. 

Se mueve pero no lo veo, me susurra pero no lo entiendo. Ni siquiera descansa cuando cierro los ojos. Y allí sigue al despertar...

(Sin fecha, fragmento del diario).

martes, 26 de marzo de 2013

La poesía de Josele

Hola amig@s. Hoy tenemos un "extra" de "El cofre del relato". Un seguidor del blog nos ha enviado una poesía y nos ha dado permiso para publicarla en la sección de relatos de "Mi buhardilla secreta". Para los que seguís "El ático", recordad que éste continuará con una nueva entrega el próximo sábado.

domingo, 24 de marzo de 2013

El Ático (Parte 3)


Jueves 6 de septiembre de 2012.

Vale. Tenía mucho tiempo para preparar el equipaje pero al final, como siempre, aquí estoy a última hora guardando las penúltimas cosas en una maleta que no cierra. ¿Por qué el último día antes de un viaje o una escapada se juntan en la agenda cien cosas importantes que sólo se pueden hacer en este día o que al final no has tenido tiempo para hacer antes? Y otra cosa. ¿De dónde salen tantos cargadores? Móvil, tablet, maquinilla de afeitar… Tengo un defecto importante y es que no sé simplificar.

sábado, 16 de marzo de 2013

El Ático (Parte 2)

Los fragmentos más interesantes de mi diario. 

Sábado 1 de septiembre de 2012.

Bieeeeen. Mi primer día de vacaciones. Siempre las suelo disfrutar en octubre y aprovecho para hacer algún viajecito tranquilo con los amigos fuera de la época punta de las vacaciones escolares (ver Noruega 2011) pero esta vez con el jaleo de la herencia he decidido aprovechar el mes de septiembre. ¡Lo tengo libre por completo! Si necesitara más días hay que tener en cuenta que aún me deben diez en el banco por acumular horas durante la semana y siempre podría después pedir un mes sin sueldo.

viernes, 8 de marzo de 2013

El Ático (Parte 1)

      Siempre quise cambiar mi vida. Llevaba quince años trabajando en el mismo banco, día tras día, frente al público tras un ventanuco de mala muerte. A esta sucursal de pequeña capital de provincia no habían llegado aún los avances técnicos de la central ni esos espacios amplios perfectamente climatizados donde además de trabajar se disfruta, tanto de la música de fondo como de la máquina del café. Sabía que de alguna manera, algún día, se iba a romper la monotonía de los días.


domingo, 3 de marzo de 2013

Marta y sus zapatos mágicos

                        
 Lo primero que hace Marta cuando se levanta es ponerse sus zapatos;
son mágicos, ¿sabes por qué?
porque con ellos puede saltar hasta la luna.
¡ Zas, zas !... y llega a cualquier parte.

Marta es la primera en llegar a la escuela
y la primera en volver a su casa.
¡ Zas, zas ! ... y llega.

Su padre es cartero, y a veces le pide ayuda.
¿No ves a Marta con el saco de cartas? ;
¡ zas, zas! ... ya están todas repartidas.

Su madre es hilandera, !no tengo hilo!
y allá va Marta; 
     ¡ zas, zas ! ... con los ovillos.

Esta mañana no estaban los zapatos junto a su cama;
por la ventana ha visto que una rana se los ha quitado.
¡ Zas, zas ! ... ahí va la rana, tan contenta.

A veces se los deja a sus amigos;
¡ Zas, zas !... ¡ corre, corre que te pillo !

Ahora Marta está soñando;
¡ zas, zas ! ... duerme, niña bonita, que tus zapatos está dormidos.



FIN

sábado, 23 de febrero de 2013

El canto de Tobías ( y final )

     Intentaban escapar nuestros amigos del acecho del hada Melodía, pero por más que se esforzaban, cada vez estaba más cerca de ellos, la sentían justo detrás de sus pasos.
- ¡Devolvedme mis cantos!, ¡Quiero mis melodías! - gritaba el hada.

    El valiente conejito Suki corría y corría sorteando arbustos y malezas pero la nieve enfriaba sus patitas y apenas las podía controlar.
- ¡Corre, Suki, corre! Si llegamos hasta aquella ladera, ya no podrá perseguirnos - alentaba el búho Manuel a su amigo para alejarse de allí cuanto antes. El periquito Tobías batía y batía también sus alitas para animar a su amigo.
Cuando ya parecía que lo iban a conseguir, se dieron cuenta, paralizados por el miedo, que habían llegado al borde de un rocoso acantilado y la escapatoria era ya imposible; sin duda el hada Melodía los alcanzaría en breve ...

    Una sombra planeó sobre ellos; era como si el día se hubiera tornado en noche. Los tres aventureros miraron hacia el cielo temerosos de lo que pudieran descubrir y, de repente, lo vieron, majestuoso, con sus alas desplegadas. Un enorme águila estaba planeando sobre ellos.
- ¡Mirad - dijo Manuel - es el águila del bosque, al que liberamos de la trampa de ramas!

  El águila, sin dudar un instante, se aproximó volando hacia ellos, les agarró firmemente y alzó de nuevo su vuelo hacia las nubes.
Ante los ojos atónitos del hada Melodía, ya volaban nuestros amigos hacia su destino, a su querido bosque, hacia su hogar.

   Aquella mañana, como cada día, Tobías se levantó temprano, salió de su casita contento, se lavó sus plumitas en un riachuelo cercano, voló hacia lo alto de su arbolito preferido y cuando se disponía a comenzar su recital se dio cuenta, feliz, que las más lindas notas salían de su piquito y junto a Suki, Manuel y todos los animalitos del bosque pudo entonar, de nuevo, las más bellas melodías.


                                                     FIN

domingo, 17 de febrero de 2013

El canto de Tobías (5ª parte)


  La casita del hada Melodía se alzaba sobre la cumbre nevada de la montaña más alejada del bosque. No sin esfuerzo, los tres compañeros de viaje consiguieron abrirse camino y llegar hasta allí. Muy contentos de haber llegado por fin a su destino se internaron cautelosos en la morada. La puerta estaba abierta, la chimenea encendida y no parecía haber rastro alguno del hada que había llevado a nuestros amigos a la gran aventura.
  Dentro de la casita, comenzaron a buscar en todos los rincones: junto a la alacena, detrás del reloj de cuco, en un viejo baúl  … El conejito Suki, más atrevido que sus amigos, decidió adentrarse en un huequito junto a la chimenea y … allí, asombrado, pudo descubrir cómo decenas, cientos de cajitas de música, de todos los tamaños, formas y colores  encerraban cientos de cantos y melodías, notas de colores que sonaban lastimeras esperando poder salir de su encierro.
  Suki y Manuel se apresuraron a ir abriendo todas las cajitas al tiempo que Tobías corría y corría detrás de las más bellas notas, que volaban danzarinas por la casita. ¡Por fin estamos libres! ¡La, li, la! ¡Tin, tan, tum! El pobre Tobías no conseguía atrapar ninguna. Agitaba y agitaba sus alitas intentando atraparlas pero estaban tan excitadas que era imposible alcanzarlas. Poquito a poco iban saliendo por la chimenea, volando libres a sus destinos. Por fin, de una cajita esmeralda, pequeñita y muy bonita salió una melodía especial, que evocaba suaves brisas, bosques y sueños, casi mágica. Pronto supo Tobías que era su canto, su canto perdido. ¡Qué contento! ¡Ven aquí canto querido! Cuando Tobías pudo entonar de nuevo su bella melodía, Suki y Manuel, asombrados, supieron al unísono que el viaje había merecido la pena.
 Decidieron volver cuanto antes a su bosque, si se daban prisa podrían llegar antes de que anocheciera; apenas habían iniciado su camino cuando, de repente, una sombra les cerró el paso.
-¡Quién me ha robado mis cantos! ¡Quién ha osado desafiarme! – exclamó amenazante el hada Melodía frente a ellos.

(Continuará la próxima semana)

domingo, 10 de febrero de 2013

El canto de Tobías (4ª parte)

Suki vivía en una bonita madriguera junto a un arroyo cercano a la casita del búho Manuel. Era el conejito más rápido y valiente del lugar. Las dos cosas que más feliz hacían a Suki eran las zanahorias y poder ayudar a su vecino Manuel, el búho sabio, por eso en cuanto éste le explico sus propósitos, preparó raudo su maletita para comenzar cuanto antes el viaje.
No había casi amanecido cuando los tres amigos se pusieron en camino. Suki corría y corría atravesando el bosque; cruzaron ríos y valles, subieron colinas y cimas... y cuando el sol comenzó a caer por el horizonte, decidieron descansar hasta la mañana siguiente. No había  aún oscurecido cuando oyeron un lamento que provenía de un árbol cercano.
Los tres amigos se acercaron con cautela hasta allí, muy despacito y temerosos de que algún peligro les acechara. Suki, el más valiente, fue el primero en descubrir cómo un viejo águila se debatía intentando desenredar sus enormes alas de unas ramas secas que lo atrapaban. El pobre animalito tiraba y tiraba sin que sus esfuerzos lograran recompensa. 
!Qué contento se sintió cuando vio cómo los tres nuevos visitantes  se afanaban en ayudarlo hasta que lograron finalmente liberar sus alas! !Qué feliz cuando pudo por fin remontar su vuelo! Voló y voló  alegre perdiéndose entre las nubes. 
Tobías y sus amigos, muy contentos, se refugiaron en el hueco de un viejo tronco y se dispusieron a descansar. Al día siguiente llegarían a su destino ...

(Continuará la próxima semana)

domingo, 3 de febrero de 2013

El canto de Tobías (3ª parte)


-¡Oh, pero si es un pajarito! – exclamó Manuel, el búho sabio – pasa, pasa, pequeño y siéntate junto al fuego.
Tobías se acercó a la chimenea y en cuanto calentó un poco sus plumitas, sacó su cuadernito y su lápiz azul dispuesto a contar a Manuel todo lo que le había llevado hasta allí. Manuel se dio pronto cuenta del problema que tenía su nuevo amigo y decidió a ponerse manos a la obra. Se dirigió a un viejo armario donde guardaba libros muy viejos y polvorientos.
- Déjame ver, déjame ver ... – decía ajustándose sus anteojos – no, no, aquí no...
A Tobías empezaba a rendirle el sueño y ya sus ojitos se cerraban cuando de repente ...
- !Eureka, eureka! Ya lo tengo, Tobías, escucha con atención: “... y a las altas cumbres de las montañas nevadas llegarás, donde habita el hada Melodía, guardiana de los cantos más bellos del mundo”
¡Qué contento estaba Tobías! ¡por fin, por fin sabía dónde estaba su canto! Iría hasta allí, lo recuperaría y volvería a su bosque, a su casita y a su sauce para volver a entonar sus bellas canciones.
- Espera, espera Tobías – le dijo Manuel – llegar hasta allí es muy difícil, casi imposible para un pequeño periquito como tú y un viejo búho como yo. El camino es largo y peligroso. Nos perderíamos sin duda antes de llegar.
Tan desolado y triste vio Manuel a su nuevo amigo  que, después de meditarlo un ratito, le dijo:
- Está bien, Tobías, creo que ha llegado el momento de pedir ayuda a mi gran amigo Suki, el conejito valiente.

(Continuará la próxima semana)

lunes, 28 de enero de 2013

El canto de Tobías (2ª parte)

Todos los animalitos del bosque se fueron cabizbajos a sus casitas. ¡Qué tristes estaban los cervatillos! ¡Cómo lloraban los patitos! Tobías, desconcertado, volvió a su nido, guardó algunas cositas en un hatillo, metió en él un cuadernito y un lápiz azul y se adentró en el bosque dispuesto a no regresar jamás si no encontraba su canto perdido.

La noche cayó pronto sobre el bosque y el pobre Tobías se sintió solo y aterido. La oscuridad le rodeaba por completo, cualquier ruido le asustaba y no era capaz de encontrar un caminito que le llevara a refugio alguno. Cuando más triste y asustado se encontraba y más temblaban sus alitas, vio a lo lejos una luz muy débil y decidió encaminar sus patitas hacia allí. No tardó en darse cuenta de que la luz provenía de una casita de madera solitaria. Al llegar junto a ella, Tobías se armó de valor, llamó a la puerta y asomó su piquito a través de ella.

- ¡Quién se atreve a molestarme a estas horas! ¡Quién perturba mi descanso! – clamó una voz desde el interior....

(Continuará la próxima semana)

viernes, 18 de enero de 2013

El canto de Tobías (1ª parte)

Tobías era un periquito azul, el más bonito de todo el bosque de las hadas blancas. Vivía en su casita - nido, sobre una ramita del sauce más pequeñito del lugar. Todas las mañanas, se levantaba temprano, salía de su casita muy contento y se lavaba sus plumitas en un riachuelo cercano. Era entonces cuando volaba hacia lo alto de su arbolito preferido y entonaba bellas melodías, porque habéis de saber que Tobías tenía un canto mágico que hacia que todos los animalitos del bosque corrieran cada mañana a su lado para escuchar su trino y aplaudían alegres cuando Tobías acababa su recital matutino.


Tobías tenía muchos amigos porque era bueno, siempre estaba dispuesto a ayudar a todos los animalitos del bosque y les ofrecía sus sabios consejos.

Aquella mañana, como cada día, Tobías se levantó temprano, salió de su casita contento, se lavó sus plumitas en un riachuelo cercano, voló hacia lo alto de su arbolito preferido y cuando se disponía a comenzar su recital se dio cuenta, horrorizado, que ninguna nota salía de su piquito. Por mucho que lo intentara, por mucho que se esforzara, no consiguió entonar su bella melodía. Tobías había perdido su canto...

(Continuará la próxima semana)